El sábado por la noche estuvimos de celebración de cumpleaños de una amiga. Los invité a casa y preparé tortilla de papas con ensalada y para beber mi gran mojito cubano, que tanto le gusta a Diana Villar. Bien comidos nos fuimos a una fiesta privada y al poco tiempo nos retiramos, ya que a las 4 de la mañana teníamos pensado marcharnos. Sobre las cuatro y media llegamos a la terminal de colectivos. En primer lugar debo explicar qué es un "colectivo". Como su propio nombre indica, es para llevar a toda una "colectividad", una especie de furgoneta, donde deberían sentarse diez personas, se sientan veinte, así que se pueden imaginar cómo iba, sentado en una rueda de repuesto con una esponja para apoyarme. Resulta que los colectivos salen cuando están llenos, así aprovechan el viaje, y cuando entramos a la terminal estaba a punto de salir una, así que sin pensarlo entramos. Como sardinas en lata vamos rumbo a Cangallo. El principio del viaje fue de lo más normal, pero cuando nos encontramos a la altura de 4.200 metros, por Toccto, noto que me falta aire, entre el olor a gasolina y humanidad no podía casi respirar, y si le sumamos la altura... Así que no tengo otra cosa mejor que hacer sino perder el conocimiento. Después de haber asustado a los dueños del carro, me despiertan y sigo el trayecto más en el otro mundo que en este, sin enterarme de nada y con ganas de llegar. Como ven, el viaje se antojaba interesante, teniendo un comienzo así me preguntaba cómo sería el final.
Cuando llegamos a Cangallo buscamos un hospedaje y a descansar. Cuando vuelvo a ser persona me doy cuenta de donde estoy y del paisaje que me rodea, es impresionante. El pueblo se encuentra en el centro de un valle, rodeado de cerros enormes, cerca pasa el rio Pampas.
El día lo pasamos descansando, comiendo y conociendo el pueblo. Al día siguiente nos dirigimos a conocer las cataratas. Montamos en una combi y nos paramos en un pueblito, que tendría unos cincuenta habitantes. El camino nos lo indica un niño con la camisa del Barcelona que se bajó con nosotros. Después de haberse reído de nosotros, ya que el de la combi nos cobró dos soles en lugar de uno, nos indica por donde se baja a las cataratas. Creo que en alguna entrada comenté que el espacio y tiempo en Perú es diferente al del resto del mundo. El chico nos dice que están a veinte minutos, que al final es más de una hora, pero mereció la pena. El paisaje es expectacular y las cataratas impresionantes.
1 comentario:
Vaya que susto, te olvidaste de masticar las hojas de coca para el mal de altura? espero que hicieras muchas fotos, ya tengo ganas de ver esas cataratas.
cuanta razon tienes en de ir en una de esas comunidades y escapar de todo y vivir, por que realmetne es así. Jo, que melancolia me dan tus palabras. Realmente alli se encuentra la paz, es como vivir en otro mundo.
Espero que todo te vaya muy bien, y ya veo que lo disfrutas mucho.
Saludos.
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