martes, 3 de noviembre de 2009

De aventura por Cangallo.

Como ya dije en la última entrada, estas fiestas me fui de viaje a Cangallo, que es un pueblo que se encuentra a casi cuatro horas de la ciudad de Ayacucho.

El sábado por la noche estuvimos de celebración de cumpleaños de una amiga. Los invité a casa y preparé tortilla de papas con ensalada y para beber mi gran mojito cubano, que tanto le gusta a Diana Villar. Bien comidos nos fuimos a una fiesta privada y al poco tiempo nos retiramos, ya que a las 4 de la mañana teníamos pensado marcharnos. Sobre las cuatro y media llegamos a la terminal de colectivos. En primer lugar debo explicar qué es un "colectivo". Como su propio nombre indica, es para llevar a toda una "colectividad", una especie de furgoneta, donde deberían sentarse diez personas, se sientan veinte, así que se pueden imaginar cómo iba, sentado en una rueda de repuesto con una esponja para apoyarme. Resulta que los colectivos salen cuando están llenos, así aprovechan el viaje, y cuando entramos a la terminal estaba a punto de salir una, así que sin pensarlo entramos. Como sardinas en lata vamos rumbo a Cangallo. El principio del viaje fue de lo más normal, pero cuando nos encontramos a la altura de 4.200 metros, por Toccto, noto que me falta aire, entre el olor a gasolina y humanidad no podía casi respirar, y si le sumamos la altura... Así que no tengo otra cosa mejor que hacer sino perder el conocimiento. Después de haber asustado a los dueños del carro, me despiertan y sigo el trayecto más en el otro mundo que en este, sin enterarme de nada y con ganas de llegar. Como ven, el viaje se antojaba interesante, teniendo un comienzo así me preguntaba cómo sería el final.

Cuando llegamos a Cangallo buscamos un hospedaje y a descansar. Cuando vuelvo a ser persona me doy cuenta de donde estoy y del paisaje que me rodea, es impresionante. El pueblo se encuentra en el centro de un valle, rodeado de cerros enormes, cerca pasa el rio Pampas.

El día lo pasamos descansando, comiendo y conociendo el pueblo. Al día siguiente nos dirigimos a conocer las cataratas. Montamos en una combi y nos paramos en un pueblito, que tendría unos cincuenta habitantes. El camino nos lo indica un niño con la camisa del Barcelona que se bajó con nosotros. Después de haberse reído de nosotros, ya que el de la combi nos cobró dos soles en lugar de uno, nos indica por donde se baja a las cataratas. Creo que en alguna entrada comenté que el espacio y tiempo en Perú es diferente al del resto del mundo. El chico nos dice que están a veinte minutos, que al final es más de una hora, pero mereció la pena. El paisaje es expectacular y las cataratas impresionantes.

Tras haber subido con gran esfuerzo, esperamos en el pueblo a que pase el colectivo para marchar a Pampacangallo. Allí almorzamos, descansamos y vamos al cementerio para ver con nuestros propios ojos la fiesta que hacen por el día de los difuntos. Por fuera del recinto hay varios puestos de comida y al entrar vemos mucha gente y varios de ellos tomando chelas junto a las tumbas de sus familiares. Todo esto puede parecer una falta de respeto, pero toda la fiesta, lo que toman, es en honor a los difuntos.
Tras una intensa jornada decidimos marcharnos a casa y vamos a la plaza del pueblo para buscar trsnsporte. Al llegar cual fue mi sorpresa que era el colectivo con el que vinimos, por lo que me entraron malos recuerdos y no quería subirme, ya que otra vez estaba copado, pero la señora me dijo que cómo no iba a ir con ellos con lo bien que me trataron, así que no me quedó otra que montarme. El camino de regreso fue tranquilo y llegué a Ayacucho sin problemas.
Lo mejor de este viaje ha sido la gente de las pequeñas comunidades. Son muy diferentes a los de la ciudad, siempre te saludan, te preguntan y mantienen conversaciones como si te conocieran de toda la vida. Los campesinos te dan todo lo que tienen sin juzgarte. Es decir, estos días he conocido la otra cara del Perú, la de los campesinos y la gente sencilla. Si alguna vez quieren relajarse, escapar de todo y vivir, vayan a alguna de estas comunidades y podrán encontrar la paz y reconciliarse con la naturaleza.
Así fue mi primer viaje fuera de la ciudad y me quedé con ganas de repetirlo y seguir conociendo lugares.

1 comentario:

Metztli dijo...

Vaya que susto, te olvidaste de masticar las hojas de coca para el mal de altura? espero que hicieras muchas fotos, ya tengo ganas de ver esas cataratas.
cuanta razon tienes en de ir en una de esas comunidades y escapar de todo y vivir, por que realmetne es así. Jo, que melancolia me dan tus palabras. Realmente alli se encuentra la paz, es como vivir en otro mundo.

Espero que todo te vaya muy bien, y ya veo que lo disfrutas mucho.

Saludos.